Fue en ese momento y en aquel lugar cuando Andro ató cabos y decidió unir dos grandes pasiones: bicicleta y veganismo. Cogió dos palos, un trozo de tela y construyó una pancarta sobre su compañera de dos ruedas. Aquel fue el primer paso de una gran aventura: la de recorrer Europa acompañado de su bicicleta, la pancarta, sus ideas y un puñado de folletos.
Hoy, más de dos años después, la odisea de Andro sigue viva. Lo que nos hace preguntarnos: ¿qué lleva a un hombre a dejarlo todo y dedicarse con total dedicación a una meta tan sacrificada? «Soy idealista. Lucho por un mundo mejor», es su respuesta. «Y lucho por los derechos de los animales porque su sufrimiento cuantitativo me parece el más grande del mundo».